El Miedo a Nunca Mejorar: Cuando la Prisa se Encuentra con el Proceso
Elena (nombre ficticio) llegó a terapia con los ojos cansados y una frase en la punta de la lengua:
"No sé si voy a poder con esto. No sé si algún día voy a sentirme bien."
Había pasado meses intentando manejar la ansiedad por su cuenta. Al llegar a la primera sesión, parecía esperar que de mis palabras saliera una solución inmediata, como si existiera una llave secreta para apagar el malestar de golpe.
En terapia, no es raro recibir pacientes que llegan con una mezcla de esperanza y desesperación. Quieren sentirse bien rápidamente. Algunos incluso creen que la primera sesión será casi mágica y que al salir, la ansiedad, la tristeza o el dolor emocional habrán desaparecido.
Y puedo entenderlo. Cuando se vive con malestar durante semanas, meses o años, cualquier salvavidas parece demasiado lejos para alcanzarlo. Pero en terapia, el bienestar real suele construirse poco a poco, como una planta que necesita agua, sol y tiempo para crecer.
¿Por qué no se siente mejor de inmediato (y por qué eso no significa que no funcione)?
Tiempo y repetición: Nuestro cerebro aprende con práctica. La ciencia llama a esto neuroplasticidad, y significa que las neuronas forman nuevas conexiones cuando repetimos pensamientos o comportamientos. Estudios muestran que este cambio sólido puede tardar varias semanas (Draganski et al., 2004).
Seguridad emocional: Sentirse en confianza con el terapeuta es uno de los factores más importantes para que la terapia funcione. A esto le conocemos como la alianza terapéutica. La investigación indica que la calidad de esa relación puede influir en hasta un 30% de la mejoría del paciente (Norcross & Lambert, 2019).
Cambios fuera de sesión: Lo que haces entre una sesión y otra es tan importante como lo que aprendes y trabajas en la terapia. Practicar las herramientas o aplicar lo aprendido en tu vida diaria ayuda a que los cambios se mantengan y se fortalezcan (Kazantzis et al., 2018).
Tres reminders para quienes sienten que “no avanzan”
El progreso no siempre se siente lineal: habrá días en que parezca que “retrocedes” o te estancas, pero esos momentos también forman parte de tu progreso.
Medir por pasos, no por saltos: dormir un poco mejor, reaccionar con más calma o sentir menos tensión son señales de que algo está cambiando. Paso a paso llegamos a la meta.
La paciencia es parte del tratamiento: tu mente y tu cuerpo necesitan adaptarse a nuevas formas de pensar, sentir y actuar. Se trata de vivir un día a la vez.
Sentir que nunca vas a mejorar puede ser aterrador, pero no significa que sea verdad. El cambio real a veces es lento, y eso está bien; cada paso cuenta, incluso los que parecen pequeños.
Con el tiempo, Elena se dio cuenta de que no todo a su alrededor había cambiado, pero ella sí. Ya no se asustaba con cada síntoma, tenía más momentos de calma y se sentía más preparada para manejar las situaciones difíciles.
Referencias:
Draganski, B., Gaser, C., Busch, V. et al. (2004). Changes in grey matter induced by training.
Kazantzis, N., Whittington, C., & Dattilio, F. (2010). Meta-analysis of homework effects in cognitive and behavioral therapy: A replication and extension. Clinical Psychology: Science and Practice, 17(2), 144–156.
Norcross, J. C., & Lambert, M. J. (2019). Psychotherapy relationships that work III. Psychotherapy.